OPINIÓN

Lento despertar

Foto: Edu León

El miércoles 17 de septiembre tuvo lugar en Quito la manifestación convocada por varias organizaciones obreras, en la que también participaron miembros del movimiento indígena, médicos y trabajadores de la salud, estudiantes, empleados de las empresas telefónicas, artistas, es decir un escenario en que concluyeron distintos sectores sociales.

A pesar de la diversidad de demandas, todos estos movimientos estuvieron en la marcha porque rechazaban alguna de las leyes o medidas que el gobierno ha implementado y que han afectado los derechos de los trabajadores (Ley del Trabajo), de los indígenas (Ley de Aguas, Ley de Minería), de los médicos (Código Integral Penal), de los comunicadores (Ley de Comunicación), servidores públicos, de los empleados de las telefónicas (reducción de utilidades del 15% al 3%).
La manifestación copó todo el centro histórico, desde San Blas hasta Santo Domingo, alrededor de doce cuadras, es decir unas 25.000 personas, y no 3.000 como afirmó el presidente Correa. Bastante menos fueron los que participaron en el festejo musical y bailable organizado por el gobierno en la Plaza Grande. Gran parte vino de la Costa en buses interprovinciales que se aglomeraron en la Marín.

Esta celebración oficial, que manipula emociones y está instrumentalizada por el poder, fue insustancial frente a la marcha, que levanta una significativa carga de memoria histórica y de nuevas reivindicaciones. ¿Será que se festejaban los cambios a la Constitución de Montecristi que desvirtúan su espíritu y objetivos? ¿Tal vez la reconciliación del gobierno con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial? ¿O la decisión de explotar la reserva Yasuní ITT? Las fotos difundidas en las redes sociales permitieron ver a los participantes del festejo haciendo cola para recibir dinero y refrigerios, al puro estilo del gobierno de Lucio Gutiérrez.

Mientras los correistas festejaban al son de la música en vivo y a todo volumen, los manifestantes gritaban consignas en contra de la reelección de Correa, de las leyes que las afectan, del autoritarismo e intolerancia del mandatario y su gobierno. La marcha llegó hasta San Francisco, donde sin tarima y con una paupérrima amplificación instalada en una camioneta, algunos dirigentes, dieron cortos discursos. Luego vino la represión. Primero los policías, con algunos perros, empujaron a los manifestantes para que se replieguen pero luego estos retomaron el control de la plaza de San Francisco. A continuación vino la caballería y las bombas lacrimógenas que terminaron por disolver la expresión popular.

En esta manifestación y en las protagonizadas por estudiantes de los colegios Mejía y Montúfar, las y los policías, aún siendo madres, hijas, hijos o hermanos, reprimieron duramente a los manifestante con golpes, toletazos, piedrazo, patadas e incluso disparos para atemorizar, como se pudo constatar en los videos que circulan en las redes sociales. Esta represión les valió la felicitación de Correa, quien sin ningún empachó dijo que incluso a veces la Policía es demasiado blanda.

El balance claro, más allá de lo que diga el Gobierno, es que los actores sociales están dejando de lado el miedo y están reivindicando en las calles, no solo de Quito sino de varios rincones del país, su derecho a protestar contra todo aquello que vulnere sus derechos.

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