OPINIÓN

El viacrusis de Noemí

Por: Santiago Argüello Mejía

El nombre Ciudad Juárez produce de por sí un escalofrío, por las ya miles de mujeres pobres asesinadas, víctimas de feminicidio, en que la responsabilidad de la impunidad y la continuidad de tan horrendos crímenes sigue pesando sobre México. A tal situación, aunque por bien distintas razones, hoy tenemos que sumar una joven víctima ecuatoriana.
Cañar y Azuay muestran de continuo el rostro de zonas abandonadas, inclusive con elegantes mansiones que nunca han sido ocupadas, pero que en cada ladrillo se refleja el sudor y el intenso trabajo de algún migrante hombre o mujer. En esta triste historia está la voluntad de una niña de apenas 12 años para realizar el sueño de volver a reunirse con sus padres en New York, sometiéndose inclusive al grave riesgo que encierra el camino más “chueco” y detestable de ponerse en las manos de los coyoteros.
Estando hace años en Guatemala recibíamos la fiera noticia de que entre los cadáveres de los “mojados” habría posiblemente ecuatorianos. No disponíamos de forma de saberlo si todos viajan indocumentados y el parecido con cualquier hermano de Centroamérica o de cualquier país del sur es inevitable. ¿Cómo hacerlo? me exigía una respuesta Samuel, que en esos días fungía de cónsul honorario.
Las estaciones de dolor que tuvo que atravesar Noemí cubren Ecuador (El Tambo, Provincia del Cañar), Colombia, Honduras, Guatemala y el largo territorio de México.El último espacio previo a un suicidio que ha lacerado el espíritu de la gente, fue el de la Casa Albergue en Ciudad Juárez. Es usual que en esos espacios de miseria se motoricen planes de solidaridad de las Iglesias o de comunidades pobres que acogen a estas víctimas en el “trayecto de la muerte” Pero en este caso fue tarde para la solidaridad. Noemí había sido conducida por una banda internacional de coyoteros, sometida a abusos en su propia intimidad infantil y a situación de abandono y ausencia de todo apoyo en tan escabroso trayecto. Su pequeña figura no toleró más tanta miseria y con los pocos utensilios con que contaba cerca se quitó la vida.
México y Ecuador han puesto todo el interés y se han apoyado para desarticular esta banda de tráfico de personas –nos gusta más la expresión popular de coyoterismo que habla tan claramente de seres sin alma que buscan provecho a toda costa–, habiendo sido acusados 42 probables responsables en México, en 13 de los casos se ha descubierto la participación directa en el expediente Noemí. En tanto que la Fiscalía de Ecuador puso todo en obra para reunir elementos de convicción que permitieran coronar el proceso con la sentencia condenatoria a 16 años de reclusión para los coyoteros Raúl Huertas y Manuel López.
Se cierra esta página con la pena para los agresores, ya es una ventaja, pero con la angustia de que hoy mismo habrá nuevos casos desconocidos con parecidos resultados y pocos victimarios tras las rejas. La responsabilidad social en espacios de importante población migrante, que usa el camino de los “mojados”, continúa siendo ese actor escondido, responsable tanto como los malvados asesinos. Cuando formulé las preguntas del caso en Cañar algunos amigos me dijeron que todos conocían a los coyotes, que no estaban camuflados sino que atendían en cómodas agencias de viaje, pero que la población callaba y seguía considerando la posibilidad de utilizar sus imperdonables “servicios”

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