EDITORIAL

El juego de la democracia

Hoy les invito a que recuerden su infancia, en específico aquellas veces en que jugaban con sus primas y primos, o con sus amiguitos del barrio o la escuela. Recuerden qué se sentía tener 8 o 10 años de edad, todo el tiempo y las energías del mundo en sus manos, y ahora piensen en aquella niña o niño que llevaba al grupo el mejor balón, o la mejor bici, o en general el mejor juguete del universo.
Ahora escarben en sus recuerdos y busquen aquella tarde en que estaban jugando como si el mundo no tuviera fin: habían conformado equipos, determinado unas mínimas reglas de juego y habían empezado la jornada… 1 punto, 2 puntos ¡5 puntos! ¡1 millón de puntos! ¡Qué bien se sentía estar en el equipo que iba ganando!
Pero de repente, aquella niña o niño dueño del balón o de la bici, que por cierto estaba en el otro equipo se enojaba, y con su pequeño ceño fruncido y con su actitud enfadada se acercaba con rapidez, tomaba de vuelta su juguete y así ponía fin al mejor partido de la historia humana, o en el mejor de los casos chantajeaba a los demás para cambiar las a su criterio, injustas reglas del juego.
Se preguntarán por qué les invité a este ejercicio de memoria. La respuesta es muy simple, esa jornada de juegos es perfectamente comparable con una institución muy querida: la democracia.
Por estos días los niños y niñas dueños del balón andan enojados y chantajeando a sus amiguitos ciudadanos para cambiar las reglas del juego, porque no les gustan, y si no les gustan se van a ir con su flamante juguete a casa. Ante la posibilidad de no poder seguir jugando y de que la tarde de juegos llegue a su fin, todo parece indicar que se va a abrir paso una nueva propuesta de reelección indefinida con la complicidad de la Corte Constitucional.
Señoras, señoritas, señores y señoritos: la democracia no es un juego al que se le puedan cambiar las reglas cuando bien nos parezca, está regulada por una Constitución de carácter rígido, que precisamente se estableció así para frenar al poder y evitar cambios advenedizos del poder de turno, sea el que fuese. Además se debe recordar que la esencia de la democracia está en la alternancia periódica del poder, porque de lo contrario se estaría legitimando un régimen más parecido a una monarquía que a una república.
Entonces, queridos amiguitos y amiguitas de juego ¿Vamos a permitir que los dueños del flamante balón-bici hagan pataleta, se salgan con la suya y nos cambien las reglas de juego?

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