EDITORIAL

Ética y geopolítica

Por: Santiago Arguello Mejía

Los abuelitos nos repetirían la máxima de “siembra vientos y cosecharás tempestades” cuán importante es esto a la hora de seleccionar a quienes deberían tener la habilidad ética de dirigirnos, con sensatez, ánimo conciliador y sabiduría salomónica. Ha sido mal interpretado en el caso de nuestro país que María Paula Romo pronuncie esta admonición, cuando dijo que al margen de las ideologías debemos pronunciarnos a favor de un mandatario ético, de alguien en quien se compaginen los discursos y las acciones, en estricta coherencia. Era eso y nada más, era el hecho de reivindicar grandes principios atados al ejercicio del poder: una geopolítica de la honestidad en definitiva.
Hacer política, preocuparse de lo público, o buscar grandes cauces, respuestas prácticas de lo posible en cuanto a metas humanas, es un trabajo complejo y útil para todos. Un trabajo que requiere la meticulosidad del buen orfebre, que trabaja de manera puntillosa hasta lograr alguna forma de perfección en la pieza que modela. Cuanto más en esta triste encrucijada guerrerista, en que la sangre desborda no solo por los lamentables atentados terroristas en Europa, sino también por el desangre en nuestra querida África, en el Oriente Medio, en Siria, entre el pueblo palestino o el curdo. ¿Responderemos aún de manera dilatoria al requerimiento de tantos espacios de miseria y olvido?
El análisis diario podría estar sesgado por absolutos ideológicos que nos conducen a un laberinto sin salida. Podrán gobernarnos los fundamentalismos, los racismos, las arbitrariedades que han tomado fuerza de ley, los antivalores y la prepotencia, pero el día de hoy esa selección no solo aturde sino que proyecta a la humanidad hacia una conflagración global que es capaz de diezmar una parte importante de la humanidad.

Volviendo al principio podríamos plantearnos la geopolítica, o las geopolíticas al margen de los valores, de la dignidad de las personas y de los pueblos, pero es justo eso lo que nos está encegueciendo y proyectando a un futuro luctuoso. El diálogo de sordos del proceso electoral realizado en USA preocupa. En él se refleja a diario el tema de los valores que hemos enarbolado y que fueron decisivos en el proceso estadounidense. Lo que inclinó la balanza fueron sin duda los valores que la sociedad estadounidense ha fomentado dentro de su psicología de motivación para el éxito: la figura de Trump sedujo a la mayoría porque se besa con vedettes jóvenes e inaugura en medio de la campaña hotelitos de cinco estrellas con cancha de golf incluida.
A ese debate “ético” se reducen las geopolíticas que decidirán el futuro del mundo.

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