EDITORIAL

Un país dividido

Al momento de escribir este editorial se cuenta con un 99,75% del conteo de votos realizados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), el virtual ganador de las elecciones presidenciales por un muy estrecho margen sería el candidato oficialista Lenin Moreno, quien festejó el triunfo el día domingo en una tarima de la ciudad de Quito, y el lunes en el cambio de guardia en Carondelet. El virtual perdedor del proceso Guillermo Lasso denuncia la existencia de un fraude informático, no reconoce los resultados entregados y solicita un conteo voto a voto. Además existe un altísimo nivel de ausentismo, votos nulos y blancos.
Los dos candidatos pidieron a sus simpatizantes acudir al CNE a defender sus votos y la democracia, presentándose algunos hechos de violencia al exterior de dicha institución. Los exteriores del CNE se mantienen cerrados y militarizados como si se tratase de una zona de guerra. Mientras todo esto ocurre el clima en el país es de una tensa calma, la sensación generalizada es de intranquilidad, cierta agitación y una clarísima división malsana entre todos los ciudadanos.
Todo esto de alguna manera ha sido provocado por los dos partidos que participaron en la segunda vuelta, los cuales fomentaron esa desunión ciudadana al no debatir sus ideas y al descalificar a sus oponentes y a quienes les respaldan. La política de las últimas semanas ha sido del estilo o estás conmigo o estás contra mí -o eres un borrego o eres un banquero, sin puntos medios. Lo anterior agravado por los resultados variopintos de las encuestadores, pero sobre todo por el propio CNE, institución que no goza de gran credibilidad debido a su cercanía con el partido oficialista, pero además por sucesos puntuales como la tardía entrega de resultados y las continuas caídas de su página web, entre otras cosas.
Las conversaciones entre conocidos o amigos respecto al tema no son nada agradables, hablar de la elección es un campo minado. Las redes sociales son el peor lugar para exponer opiniones, además se comparte en ocasiones información falsa, maliciosa o de dudosa procedencia que ayuda a desinformar. Quienes publican y quienes replican creen tener la razón absoluta y en muchos casos el intercambio sube de tono. ¿Qué hacer en esta situación?¿Cómo afrontarla sin salir apedreado? Aquí algunas recomendaciones:
1º) Esperemos los resultados oficiales, y cuando decimos oficiales, nos referimos a aquellos resultados absolutamente definitivos. 2º) Exijamos, incluso legalmente, la mayor transparencia, claridad e independencia de parte de nuestras instituciones públicas y gobernantes, para que no quede duda alguna de los resultados. 3º) Todos tenemos derecho a hacer escuchar nuestra voz, sin embargo, ello no significa incurrir en ningún tipo de violencia o agresión. 4º) Evitemos los fanatismos, el odio entre hermanos, los oídos sordos, las voces y opiniones únicas. 5º) Pasadas las elecciones debemos recordarles continuamente a nuestros gobernantes para qué fueron elegidos.
En medio del sin sabor que nos embarga en tiempos electorales, la gran reflexión que nos queda es ¿cuánto hemos avanzado en aportar al fortalecimiento de la conciencia ciudadana? ¿Por qué las propuestas populistas y mentirosas todavía calan hondo en los sectores más excluidos de la sociedad?
El sentido común, el que nos permite hacer juicios objetivos y discernir entre las ofertas mentirosas y lo posible de cumplir, aun parece ser el menos común de todos los sentidos. Hay harto por hacer para las organizaciones que sin el abanderamiento de ninguno de los dos colores en contienda, siguen convencidas de su misión histórica de compromiso con la defensa de los derechos de las personas, los pueblos y la naturaleza.

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