¿Qué pasaría si el refugiado fuera yo?

“Has dejado de preguntarle a tu padre por un destino. ¿Adónde podría huir tu familia?

No hay respuesta a esa pregunta. Tu familia se ha convertido en un número. ¡Cinco! Los otros países de Latinoamérica no aceptan más refugiados y el campo ya no puede recibir más gente. Mucho menos cinco desplazados de la ciudad que no conocen las costumbres rurales, ni saben trabajar la tierra o respetar al vecino.

Desplazados que no saben vivir en medio del calor y la humedad. Ningún pueblo de los que han logrado mantenerse en paz quiere recibir más citadinos flojos y viciosos. Parásitos que sólo saben robar y corromper a la gente de bien. Los citadinos no conocen el trabajo duro ni respetan las jerarquías. Los desplazados de las ciudades sólo saben sentarse en una oficina a mover papeles de un lado para otro. ¿Y quién necesita vagos así? (…)”

Lo anterior corresponde a un fragmento del libro Guerra de la autora Janne Teller, el libro trata sobre la guerra en otras latitudes y momentos, sin embargo, lo relatado aplica absolutamente a cualquier crisis humanitaria. ¿Qué pasaría si el refugiado fuera yo?

Si nos ponemos al menos por un momento en los zapatos de las otras personas, en especial de las personas que huyen de la hambruna de Venezuela, buscando un lugar en donde existir en paz, podremos darnos cuenta de que el rechazo y los ataques xenofóbicos, ahora tristemente auspiciados por los gobiernos de la región, no son más que resultado del desconocimiento, del miedo y del rechazo al otro.

Recordemos cuántas ecuatorianas y ecuatorianos tuvimos que huir a otros países en la época del feriado bancario, y cuán indignados nos sentimos cada vez que se nos acusaba injustamente de ladrones, de delincuentes, de robar trabajo, de cobrar poco, etc., etc., etc.

Por eso, tenemos que continuar siendo solidarios con las personas que están viviendo la crisis humanitaria de Venezuela; por eso tenemos que resistir y protestar contra las normas injustas e inconstitucionales, que buscan limitar su derecho a moverse y con ello eventualmente dejar de pasar hambre.

A algunas personas les suena muy fácil que “se pida un pasaporte” para entrar por las fronteras, pero no tienen en cuenta que las mafias del servicio administrativo del hermano país están cobrando, como señala el portal 4pelagatos, entre $6.000 y $10.000 dólares para tramitar este documento “tan sencillo”, eso sin contar el prolongadísimo tiempo, meses o años (si se logra) para que el “papelito” sea entregado. Así que antes de juzgar a otros, y apoyar medidas ilegales, debemos reflexionar y preguntarnos: ¿y si esto me pasara a mí y a mí familia?

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