Machismo, xenofobia y pasividad

El sábado 19 de febrero, en la ciudad de Ibarra un joven armado con un cuchillo, luego de retener a una joven embarazada de nombre Diana, terminó asesinándola con varias puñaladas, todo esto delante de decenas de personas que pasaban por el lugar y de varios policías en total al pasividad. Algunos testigos filmaron los hechos que se divulgaron rápidamente por las redes sociales.

El asesino, quien tenía una relación sentimental con Diana, cometió un execrable feminicidio, uno más de los que tristemente siguen engrosando la larga lista de crímenes contra las mujeres en nuestro país. El asesino gritaba “es mía o de nadie más”, evidenciando la repudiable mentalidad machista, bastante común en sociedades construidas sobre esquemas patriarcales como la nuestra.

El tratamiento de este crimen evidenció la inoperancia e ineptitud de los miembros de la Policía Nacional, tan “gallitos” cuando se trata de reprimir, a menudo con brutalidad, a manifestantes desarmados pero incapaces de salvar la vida de Diana.

Por otro lado, el desatinado comunicado del presidente ecuatoriano, al enfocar este crimen desde una óptica xenófoba, tomando en cuenta la nacionalidad venezolana del agresor, para nada se compadece con la postura ecuánime que se espera de la máxima autoridad del país. El comunicado de Moreno decía: “He dispuesto la conformación inmediata de brigadas para controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos en las calles, en los lugares de trabajo y en la frontera. Les hemos abierto las puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie”. Con estas palabras logró que lo que debía ser la condena de un crimen de feminicidio sea una incitación al odio contra los venezolanos.

Como resultado de ello, hordas xenófobas en Ibarra se dedicaron a perseguir, insultar y agredir a cientos de venezolanos, culpables del “delito” de ser compatriotas del asesino y de venir huyendo de la dictadura de Maduro y su catástrofe económica. Entonces comenzó la cacería de seres humanos. Estas indignantes escenas, difundidas ampliamente a través de las redes sociales, avergüenzan y recuerdan la aberrante persecución de los nazis a los judíos, a los gitanos, a los comunistas.

Los crímenes contra las mujeres no tienen nacionalidad, se trata de la expresión más extrema del machismo y de la cosificación de la que son objeto. Hace pocos días nos estremecimos también con la violación masiva a una ecuatoriana, por una manada criolla de tres sádicos, dos de ellos supuestos amigos de la víctima y todos ellos compatriotas. Hace no mucho cuatro ecuatorianos violaron a una mujer en España, sin que por ello se haya desatado una campaña de xenofobia o una persecución de las autoridades contra nuestros compatriotas.

Carecer de la claridad suficiente para comprender la problemática de la violencia de género en su real dimensión, así como asociarla a la nacionalidad del agresor, demuestran las enormes limitaciones de quienes tienen la obligación de proteger nuestros derechos humanos y garantizarnos un ambiente digno, libre de violencia en todas sus manifestaciones.
Exigimos que el Estado asuma con responsabilidad su rol de garante de nuestros derechos, que los crímenes contra las mujeres y las agresiones y persecuciones de que son objeto las y los venezolanos en Ecuador, sean tratada con políticas públicas encaminadas a la prevención. Exigimos también que estos crímenes no queden en el olvido y la impunidad.

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